«Death By
Water»:

o memoria:
o fortuna:
laberintos



Manuel R. Montes


a Luis Miguel Estrada
Orozco (Purepe)

 

T. S. Eliot labra en «Death by Water» un canto y un agravio a la memoria: a su efímera, ambigua perdurabilidad; al ciclo irremisible de las hazañas que habrán de olvidar las generaciones; a la única experiencia definitiva que marca el carácter de los hombres: la pérdida. Cuarta pieza del emblemático The Waste Land (1940), vincula lo reminiscente y lo pasajero, que transitan, eclosionan la materia leteica: el agua, textura del poema, lo torna un símbolo iterativo y condensa su movimiento, que deviene vértigo de significados que cifran la arquitectura de un instante.

En «Hölderlin y la esencia de la poesía», a Heidegger inquietaba discurrir con respecto a «¿quién capta en el tiempo que se desgarra algo permanente?» Eliot desmadeja un episodio remoto a su siglo y erige la palabra como hurto irreductible a la eternidad; lee en su época, incardinada entre dos guerras mundiales, el errático destino de travesías milenarias y ubica en el desgarre inmemorial del Fenicio una de las infinitas fisuras que vaticinaron la crisis de la modernidad que lo abruma, henchida de capitalismo incipiente y tenaz. Lo desgarrado, aquí –la muerte de Phlebas en fecha sin registro–, presupone la urgencia de un eco inevitable en los ámbitos del azar y en el artificio de la historia; presupone un poema futuro, desgarradura bifurcada que capta el autor de Missouri en «Death by Water», el cual en sí mismo y pese a su brevedad, comporta una saga que narra el fracaso del héroe, si no desconocido, enigmático, quien protagoniza un percance de razones y gravedades que se ignoran en el amplio, espectral presente de la composición, ya que los versos comienzan a rotar luego de quince días de fallecido el naviero, ahogado hará centurias y cuyos restos exhuma la voz de T. S. Eliot:

 

Phlebas the Phoenician, a fortnight dead,

Forgot the cry of gulls, and the deep sea swell

And the profit and loss.

                                       A current under sea

Picked his bones in whispers. As he rose and fell

He passed the stages of his age and youth

Entering the whirlpool.

                                     Gentile or Jew

O you how turn the wheel and look to windward,

Consider Phlebas, who was once handsome and tall as you.

 

El hemistiquio que apertura el segundo verso nos participa que Phlebas el Fenicio, ya sin vida desde hace un par de semanas, «Olvidó el llanto de las gaviotas». ¿Cuándo, en qué momento preciso lo alivia la desaparición de este recuerdo? ¿Justo al perecer, al revestirlo el silencio de lo absoluto? ¿O paulatinamente, al sumergirse, fue que dejó de oír a las gaviotas, las que al irse ausentando lo resignaron en su alejamiento irreversible de la ruta? ¿O escuchó todavía ese sonido de furia, cry, que Eliot desafina para fraguar la onomatopeya de los graznidos que lloran; lo escuchó en las antecámaras del océano, al hundirse, hasta desconocerlo como referencia de animales limítrofes, a cada tanto inmerso en los fondeaderos de la nada? «Forgot the cry of gulls», trocaico en que aturden, guturales, las aves de la distancia, configura el inicio, primero, del tiempo aleatorio, enrarecido del poema, y el inicio de otro trayecto a la revisitación, en retrospectiva, de los capítulos más trascendentes de la existencia del Fenicio, quien no sabe tampoco del «profundo oleaje del mar» ni de «la ganancia y la pérdida»: hundidos con él, se extravían los cargamentos, ya incalculable su valor en el forcejeo inútil de la agonía.

Los versos «Forgot the cry of gulls, and the deep sea swell/And the profit and loss» ofrecen en su parte intermedia –el hemistiquio «and the deep sea swell»–, una significativa polisemia que incentiva la orientación del discurso hacia posteriores asociaciones de naturaleza mercantilista. Swell, además de «oleaje», posee la acepción de «aumento». A swell sigue el verso «And the profit and loss»: encabalgamiento suave que entraña un espejismo desasosegante: Phlebas olvida no sólo el oleaje como embestida del mar que lo vulnera y diluye, sino que olvida el aumento, el éxito y aun la ruina, a propósito del trueque merced al cual es posible que haya perecido, en el descontrol y la premura de una fuga, huyendo acaso del asalto de sus enemigos o arrojado a la marea por el traidor que esgrimiera la espada, aplaudido por la maledicencia de una tripulación amotinada (los pretéritos novelescos que prologarían la saga pueden ser los enumerados, otros o ninguno).    

Escudriñar los entresijos de «Death by Water» en busca de la metáfora de una debacle económica resulta nada inapropiado si al avanzar el poema sus veladas alusiones hacen permisible intuir en su estructura lo que Rilke denominó “la vibración del dinero”, alegorizada por las inclemencias del agua sepulcral e impredecible, que deslía en visiones al comerciante aventurero: «A current under sea/Picked his bones in whispers. As he rose and fell/He passed the stages of his age and youth/Entering the whirlpool». La corriente submarina, implacable, que recoge los huesos del Fenicio en susurros, ocasiona que Phlebas sea elevado y que la turbulencia lo sumerja con igual ferocidad. «As he rose and fell», no sólo por el precepto de la eufonía, rima con «and the deep sea swell». El sentido de la expresión «rose and fell» –como anteriormente a la acepción de swell valdría relacionarla con el aumento de ganancias–, redondea el concepto aludido de «la vibración del dinero» y logra, mediante un juego de palabras por conjugación, que se refuerce la tentativa del poemario de representar, en subrepticio paralelismo, una crisis financiera, pues «rose and fell» es en pretérito lo que los sustantivos «rise and fall», a saber, «auge y caída» –en jerga bursátil– de una empresa.

(A manera digresiva, cabe referir que los fenicios, o «finiki» en su gentilicio primario, acuñado por los griegos, eran así llamados ya fuera por el tono de su piel o por el color que empleaban para grabar sus telas: el rojo. Phlebas, entonces, como un número rojo, un «finiki» que por su desubicación inexcusable o ineficaz pericia, o nada más que por su llana mala suerte, origina muerto una pérdida importante en las arcas del primer gran sistema de intercambio comercial y que, como se verá al final del poema, encarna una suerte de fábula patética, ironizada por Eliot, para la comprensión y el óptimo manejo de lo redituable en la era contemporánea.)

Truculenta línea interpretativa que zanjan los siguientes dos versos, al conducir el espíritu del héroe hacia otros derroteros, de asunto metafísico; convulsionado por la corriente, «He passed the stages of his age and youth/Entering the Whirlpool». La efectiva y musical aliteración con la consonante «g» en el primer verso acuña un efecto espiral que se complementa con la alusión metafórica (whirlpool) al laberinto: Phlebas franquea, «pasa las etapas de su vejez y juventud/Entrando al remolino».

Serían tres los itinerarios –casi simultáneos, difusos, antinómicos– sobre los que se organiza «Death by Water»: 1) el que se ignora y seduce por sus implícitas ficciones, transcurrido antes de un –hipotético– naufragio; 2) el de la transportación de los huesos del negociante por las voliciones marinas; y 3) el que adviene dentro del remolino, ahí donde ya sin memoria del llanto de las gaviotas y como contrapeso a su gradual desaparición del mundo, el Fenicio atraviesa («He passed»), atisba y se reconoce en el joven que es o fue y en el viejo que ya no será, dada la irrupción de su dramático, fulminante desenlace.

«As he rose and fell» había anticipado ya la imagen áurea del remolino (whirlpool), en tanto la rosa (rose) –que en el poema violenta, por sinonimia, el verbo axial con que se trasmite una victoria momentánea– dibuja otro nombre y otro arquetipo del laberinto. La rosa y el remolino en que pasado, presente y futuro son consubstanciales, trazan el crucigrama que antecede las regresiones, o vaticinios, que devuelven, reintegran su identidad a un Phlebas perdido, mísero y sin edad, quien posee de pronto la gracia inveterada de recordarse luego de haber olvidado todo, luego de reducirse a un ente anónimo en las modulaciones inhóspitas del mar, esa otra representación, también inmensurable, de la morada de Minos.

«Death by Water» exalta la posesión material irrecuperable y el despojo de la memoria, que hace retornar o difumina lo extinto al manifestarse la inminencia de la fatalidad última, que no debieran soslayar aquellos en quienes el destino ha repartido las obligaciones de los presupuestos y las gramáticas especulativas. La estrofa que clausura el poema convida a un destinatario de dos estirpes, «Gentil o judío», a no olvidar el caso del desavenido Phlebas: «Gentil or Jew /O you who turn the wheel and look to windward, /Consider Phlebas, who was once handosome and tall as you». La conjunción disyuntiva que escinde, en un pronóstico visionario, a «gentiles o judíos», nivela en el siguiente verso la categoría de ambos practicantes del poder al comunicar su deseo de que aquel que «gira la rueda y columbra a barlovento», considere a su antecesor, «quien fue una vez tan hermoso y tan alto como tú»: «who was once handsome and tall as you», verso que ondula en una rítmica muy acorde a las oscilaciones del agua, que ha victimado a otro Narciso, atraído hacia los dominios de lo profundo por el embeleso de la codicia, el regateo y la transacción. Aquel que gire la rueda, personificará una variación del Fenicio y provendrá de cualquiera de aquéllas dos antítesis religiosas.

Ejercicio de gravitaciones que alucinan la inmortalidad, el poema de T. S. Eliot obsesivamente engrana una serie de elementos que traman un inquietante círculo: a swell (oleaje, aumento) sigue rose (elevación, rosa), luego whirlpool (remolino) y finalmente wheel (rueda), que hace aún más eficaz el verso a que pertenece, por su inmanencia rotativa, al rematar con windward (barlovento) sustantivos todos que remiten a un viaje que no necesariamente finiquita sus vuelcos en la muerte sino que a partir de ésta reincide en sus procesos de perennidad, en tanto «el que gira la rueda» designa al sucesor, en la centuria encarnizada de las bienes raíces, de Phlebas: un businessman capitalista en estado germinal (gentil o judío), que operará con idénticos resultados la amenaza y el deleite de un artefacto seductor: el timón, distintivo de otra rueda, la de la fortuna, entendida ésta como sino y como jeroglífico actual de los negocios redondos que al resquebrarse y zozobrar cimbran los reinos de la compraventa. A los que han heredado este difícil talento les habla, ¿con sarcasmo?, ¿con admiración o esperanza?, ¿con empatía?, T. S. Eliot, cuyo padre fue un tesorero prominente y director de una compañía –es menester subrayarlo– hidráulica (dato que resulta menos una futilidad que una pauta para exceder otras elucubraciones).

«Death by Water», primordialmente un hito verbal de recurrencias, autentifica su validez literaria por ensayar una consecución de lo profético y lo fundacional en el plano caótico de la decadencia moderna. P. B. Shelley había sentenciado en el naciente XIX: «Every original language near to its source is in itself the chaos of a cyclic poem». La figura del Fenicio entronca y pretexta estas conexiones del lenguaje de Eliot con su fuente (el mito como fenómeno primigenio de la poesía), dado que dicha figura constituye un detonante crucial para la civilización progresista, además de que los fenicios imitaron y llegaron incluso a confundirse, por fusión y adopción culturales, con los griegos. Considerando a Phlebas, T. S. Eliot entrevera los arcanos de la influencia del mundo antiguo desde sus recursos y sus innovaciones y extrae de allí su originalidad, demostrando que «crear significa extraer de la fuente», como aduciría Heidegger en su profundísimo «¿Y para qué poetas?»

Phlebas, en algún momento alto y hermoso, es ejemplo trágico de ruina para sus continuadores y aprendices: los hombres todos, pues no habemos sino náufragos que acumulan y a quienes repentinamente nos es arrebatada la ambición impostergable de seguir viviendo, cuando son ya insalvables los niveles ascendentes de la muerte que nos fue acechando para saquearnos, sean pocas o muchas las experiencias, pobres o invaluables, que nos arrebate al extinguirnos bajo los ímpetus del maremoto que arrasará nuestra memoria. Como el navegante, olvidaremos vanidades y quebrantos y olvidaremos el llanto de las gaviotas. Un cauce inhumano recogerá los huesos, traficará con ellos y con otras, insondables mercancías, no importando el precio de los efectos que hayamos obtenido durante el desorbitado viaje de nuestra existencia, que nadie rememorará y que para el cálculo y los intereses de la eternidad no será más que una singular bagatela en permanente devalúo.  

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Heidegger, Martin, Arte y poesía, FCE, Buenos Aires, 1992

Shelley, P. B., Essays, Letters from Abroad, Translations and Fragments, Edward Moxon, Londres, 1845

Eliot, T. S., The Waste Land, Faber and Faber, Londres, 1940.